El correr externo es un poderoso esfuerzo por una gran independencia. El correr interno es un fervoroso llanto por una buena interdependencia. La independencia hace emerger lo que tenemos inequívocamente en nuestro interior: una sonrisa de libertad. La interdependencia nos hace conscientes de lo que somos eternamente: satisfacción-unicidad.
El correr externo es un deseo ardiente de lograr todo lo que vemos aquí en la tierra. El correr interno es una aspiración que asciende para recibir de lo Alto un vasto cielo de compasión y para ofrecer desde abajo una pequeña llama de gratitud. El correr externo es un éxito extraordinario en la cima de la montaña. El correr interno es un progreso ejemplar a lo largo del soleado camino de la Eternidad. El éxito es la aceptación pronta e inmediata del desafío de dificultades indecibles. El progreso es la agradecida y piadosa aceptación de la bienaventurada alegría de prosperidades insondadas.
El corredor interno y el corredor externo: dos aspectos del buscador-corredor. El corredor externo hace, por consiguiente triunfa. El corredor interno deviene, por consiguiente avanza.
Cuando alcanza el éxito, el buscador-corredor recibe un nuevo nombre: glorificación. Cuando avanza, el corredor-buscador recibe un nuevo nombre: iluminación. La glorificación del buscador-corredor es una bella flor que encanta e inspira su vida entera. La iluminación del buscador-corredor es un árbol fructífero que cobija y nutre su existencia terrenal externa.
El correr externo es una satisfacción colosal, aunque a veces puede ser bastante olvidadiza de la existencia-realidad de una sosegada perfección. El correr interno es satisfacción perpetua en y a través de una floreciente perfección.
El buscador corredor tiene un sueño sin sombras del día de su realización plena en el correr externo. El buscador corredor tiene una incesante visión de la Hora de la Manifestación de Dios en su correr interno.
El corredor externo desafía al orgullo descomunal de la imposibilidad. El corredor interno prepara sonrientemente una fiesta, no sólo con la imposibilidad sino también con la inmortalidad.
El corredor externo cruza corriendo el pórtico dorado y llega al reino del sonido. El corredor interno entra en el palacio único, sube corriendo a la planta más alta y se pone a los Pies mismos del Rey del Silencio.
Finalmente, el correr externo del corredor-buscador le dice a su correr interno: "Mira, te estoy dando lo que ahora tengo: mi corona de majestad." El correr interno del buscador-corredor le dice a su correr externo: "Mira, te estoy dando lo que ahora soy: mi trono de belleza".