Todos somos buscadores y nuestra meta es la misma: lograr paz, luz y alegría interna, llegar a ser inseparablemente uno con nuestra Fuente, y llevar unas vidas de verdadera satisfacción.
Vivir en la alegría es vivir la vida interna. Esta es la vida que conduce a la autorrealización. La autorrealización es la realización de Dios, puesto que Dios no es sino la Divinidad que hay en lo más profundo de cada uno de nosotros, esperando ser descubierta y revelada. También podemos referirnos a Dios como el Piloto Interno o el Supremo. Pero sea cual sea el término que utilicemos, nos estamos refiriendo a Lo Altísimo dentro de nosotros, lo cual es el objetivo último de nuestra búsqueda espiritual.
Una persona espiritual debería ser una persona normal, una persona sana. A fin de alcanzar a Dios, una persona espiritual ha de ser divinamente práctica en sus actividades cotidianas. En el sentido práctico divino, compartimos nuestra riqueza interna. Sentimos la motivación divina detrás de cada acción y compartimos el resultado con los demás. La espiritualidad no rechaza la vida externa. La vida externa debería ser la manifestación de la vida divina que hay en nuestro interior.
Sri Chinmoy, de Las alas de la alegría