Cada individuo en la tierra está corriendo hacia su destino. Si el corredor es sabio, será muy sencillo; sólo vestirá lo básico, la ropa necesaria, y no algo muy pesado o muy caro que llame la atención de los espectadores. Si es sabio, también será sincero. Sinceridad quiere decir que sólo anhelará la meta y no se distraerá con las flores y las frutas que encuentre por el camino. Si el corredor es sincero, sólo correrá en su propia calle; no entrará en las calles de los demás y les molestará. El corredor sabio será también puro. Cuando somos puros vemos claramente con nuestra visión interna que no sólo nosotros estamos corriendo hacia la Meta Última, sino que la Meta misma está corriendo hacia nosotros.
Cuando corremos en el mundo externo solamente tenemos unas pocos competidores y la competición tan sólo durará unas horas. Pero en el mundo interno tenemos muchos competidores, y derrotarlos puede llevar mucho tiempo. Nuestros contrincantes en el mundo interno son el miedo, la duda, la ansiedad, la depresión, la preocupación y fuerzas similares que todo el tiempo están intentando robar nuestra alegría. Si ayer las vencimos, hoy volverán a desafiarnos otra vez. Interiormente, tal vez no estemos preparados para el desafío, pero con nuestro pequeño ego decimos: "De acuerdo, acepto tu desafío". ¿Qué ocurre entonces? El miedo viene y corre delante de nosotros, mientras la duda nos agarra por las piernas y la envidia nos empuja hacia atrás. Si fueran contrincantes honrados accederían a correr adecuadamente, pero no lo son. Así que, antes incluso de empezar, la ansiedad viene y nos ahoga.
Si un día somos vencidos, no deberíamos sentir que estamos perdidos. Siempre debemos considerar el fracaso como una experiencia. No deberíamos considerarlo como un producto final o como la culminación de una experiencia. Si pensamos que el fracaso ha sido el final de nuestra experiencia, estamos acabados. En una carrera larga, un corredor ha de empezar muy despacio y aumentar su velocidad gradualmente hasta alcanzar la meta. Pero si piensa que porque empezó despacio nunca podrá alcanzar su destino, está cometiendo un error deplorable. Por eso siempre digo que se considere el fracaso como una experiencia que está justo comenzando.
Desafortunadamente, después de correr un poco, algunos se cansan y quieren hacer una pausa. Pero en la vida espiritual no hay descanso. Una vez que hemos comenzado a correr, no podemos parar. Si dejamos crecer el cansancio y paramos, la ignorancia nos halará hacia atrás. Las fuerzas de la ignorancia nos atacarán sin piedad y nos empujarán al mar de la ignorancia.
Desde tiempo inmemorial hemos estado corriendo codo a codo con la ignorancia. pero ahora que hemos entrado en la vida espiritual estamos intentando correr rápido, más rápido, rapidísimo. Previamente nos identificábamos con la noche de ignorancia. Ahora que hemos despertado, intentamos identificarnos conscientemente con la luz de la sabiduría. Si podemos devenir uno con la luz de la sabiduría, alcanzaremos sin duda nuestra Meta destinada, –el más Allá siempre iluminador y siempre colmador.
Cuando corremos en la vida interna, hemos de sentir que no sólo corremos contra la ignorancia; también estamos corriendo junto a Dios. En una prueba de 100 metros, si un corredor está 70 metros por delante de otro, este último no tendrá inspiración alguna para correr. Pero si el primer corredor está sólo a unos pasos por delante, el que va detrás se sentirá determinado a darle alcance. Por esta razón, cuando Dios corre con nosotros, sólo emplea un poco de Su Capacidad infinita. Sólo así los seres humanos tendrán la inspiración y la aspiración para alcanzarle y correr con Él. Dios está a unos cuantos pasos por delante de nosotros, de modo que puede ser visto, sentido y, finalmente, realizado.