La sinceridad y la espiritualidad son de capital importancia en nuestra vida cotidiana. La vida humana puede triunfar sólo cuando está basada en una concentrada confirmación de la Verdad en la multiplicidad de la vida.
Para un amante de Dios, la sinceridad es un oasis en el desierto de la vida. Es extremadamente difícil ser totalmente sincero, pero necesitamos la sinceridad en el físico, en el vital y en la mente. ¿Y qué es la sinceridad, al fin y al cabo? La sinceridad es el caballo dinámico en lo profundo de nosotros. El jinete de este caballo es nuestro ser psíquico.
¿Que es la espiritualidad? La espiritualidad es la urgente necesidad interna del ser humano de correr hacia lo más Lejano, volar hacia lo más Alto y bucear en lo más Interno.
Una persona no aspirante criticará las imperfecciones y limitaciones de los demás, aunque ella misma carece de la inclinación, la voluntariedad y la capacidad para perfeccionar sus propias imperfecciones y limitaciones. Una persona de espiritualidad es sincera. No sólo no critica las imperfecciones de los demás, sino que además es plenamente consciente de sus propios defectos e intenta corregirlos. Además, ve las imperfecciones del mundo como si fueran las suyas e intenta perfeccionarlas perfeccionando su propia naturaleza.
La sinceridad quiere ver la luz. La espiritualidad enseña a la sinceridad lo que es la luz, dónde está la luz y cómo puede ser vista la luz.
Una persona corriente ama al cuerpo infinitamente más que al alma. Una persona espiritual ama al alma infinitamente más que al cuerpo. ¿Por qué? Ella sabe que su cuerpo únicamente va a durar sesenta, setenta u ochenta años, y entonces tendrá que abandonar. Cada vez que se encarna viste un cuerpo diferente, pero ella tiene la misma alma a lo largo de todas sus vidas. Ella sabe que el alma es el representante consciente del Supremo, revelando y manifestando en cada encarnación la Verdad personificada sobre la tierra. Por eso una persona espiritual ama el alma mucho más que ama el cuerpo.
Un buscador avanzado de la Verdad infinita dará igual importancia al alma que al cuerpo. Él sabe que necesita al alma para poder entrar en lo Altísimo, en lo Último, en el Más Allá Trascendental. También necesita el cuerpo a fin de manifestar la Verdad que logra en el plano de conciencia más elevado. Él necesita el físico a fin de manifestar la divinidad que lleva dentro. Es aquí en la tierra, en el cuerpo y a través del cuerpo, como él puede colmar la Visión de Dios y la Realidad de Dios.
El cuerpo necesitamos; el alma necesitamos. El cuerpo clama por la luz, más luz, abundante luz. El alma clama por la manifestación de Dios, Su manifestación total, y por la perfecta perfección aquí en la tierra.
Igual que el mundo necesita a una persona sincera, Dios necesita a una persona espiritual. Sin una persona sincera, el mundo será débil. Sin una persona espiritual, Dios permanecerá incompleto sobre la tierra. La sinceridad es el Corazón de Dios; la espiritualidad es el Aliento de Dios. Cuando ofrecemos nuestra sinceridad humana a Dios, Dios deviene todo Amor. Cuando ofrecemos nuestro limitado llanto interno a Dios, Dios deviene todo Alegría, todo Orgullo.
Con su luz interna, una persona espiritual puede triunfar fácilmente aquí en el mundo material. Esta luz es el poder de su alma. Este poder no es destructivo sino constructivo. Cuando una persona espiritual trata con el mundo externo, no tiene necesidad de temer a nadie ni a nada en la tierra. El poder de su alma siempre saldrá a la luz para ayudarle a establecer el Reino de Cielo sobre la tierra.
Una persona sincera es de suprema importancia en la tierra, pero su sinceridad no puede llevarla muy lejos. Puede ser sincera con sus amigos, con su familia y con el mundo en general; pero si no tiene el llanto interno, no será capaz de entrar en la Infinitud, la Eternidad y la Inmortalidad. No hay duda de que ella es muy superior a una persona corriente, insincera. Pero si no siente la necesidad consciente de aspirar, si no siente la necesidad de crecer en la luz del Más Allá, si no tiene la necesidad urgente interna, entonces para ella la Meta Trascendental será siempre algo muy distante. Su objetivo es solamente una perfección limitada, una alegría limitada y un logro limitado.
Una persona espiritual tiene un hambre interna. Esta hambre es constante. Esta es un hambre de lo Ilimitado, de la Infinitud misma. Su insatisfacción no es la misma que siente una persona ordinaria cuando no consigue lo que quiere. Cuando una persona espiritual está insatisfecha con el mundo, lo está precisamente porque siente que la riqueza del mundo no tiene valor real. Ella quiere la Infinitud, la Eternidad, la Inmortalidad, y esto únicamente lo obtendrá de su aspiración. A fin de tener aspiración, ella necesita la Compasión infinita de Dios; y desea siempre bañarse en el sol brillante de la Gracia ilimitada de Dios.
Por otra parte, una persona espiritual no menosprecia a una persona sincera. Siente que esta persona sincera es su hermano más joven. Aquel que tiene hoy sinceridad, tiene todas las posibilidades de entrar mañana en el mundo de la espiritualidad.
La sinceridad y la espiritualidad deberían ir juntas. Si uno tiene sólo sinceridad, la realización despuntará en él en un futuro distante. Pero si uno tiene espiritualidad junto con la sinceridad, está destinado a realizar a Dios muy pronto. Con la ayuda de la sinceridad, podemos ir a Dios lenta y firmemente. Con la ayuda de la espiritualidad, podemos traer a Dios a nosotros rápidamente, convincentemente y triunfalmente.