Una persona espiritual ha encontrado su trabajo. Su trabajo es el servicio desinteresado. Su trabajo es la acción dedicada. De hecho, no necesita de ninguna otra bendición. Su acción es la aceptación divina de la existencia terrenal. Para ello necesita un cuerpo sano, una mente fuerte, un corazón fervoroso y una vida supremamente inspirada de receptividad interna y capacidad externa.
La acción está entrando en el campo de batalla de la vida. La acción está conquistando las indecibles miserias y las abundantes limitaciones de la vida. La acción está transformando la devoradora imperfección de la vida en resplandeciente perfección. La acción es algo infinitamente más profundo y elevado que la mera supervivencia de la existencia física. La acción es el secreto supremo que nos capacita para entrar en la Vida Eterna.
Aquel que no haya aceptado la vida espiritual conscientemente tal vez considere la acción como un mal necesario y la madre de la amarga frustración. Pero, para una persona espiritual, la acción es una bendición divina. Es la victoria sin igual sobre el cautiverio y la ignorancia. Es al mismo tiempo la fervorosa Visión de Dios en el Cielo y la fructífera misión de Dios sobre la Tierra. Dios dice que un hombre de acción divina es el verdadero héroe. Este héroe ideal manifiesta a Dios aquí en la Tierra. Para él no es suficiente la realización de Dios. Suyo es el corazón que implora por la todo colmadora manifestación de Dios.
El divino héroe-trabajador camina sobre el fuego de la auto-iluminación; el trabajador no divino, no aspirante y no inspirado, quien está lleno de ego, vanidad y orgullo, camina sobre el fuego de la auto-destrucción.
Una persona no aspirante muere y su papel ha terminado. Una persona aspirante muere y su papel no hace más que empezar. Un Maestro espiritual deja su cuerpo y su misión comienza a rendir fruto.
El hombre está ciego. No sabe qué hacer. Cuando quiere hacer algo, no sabe cómo proceder; y así, en lugar de obtener alegría del trabajo, entra inmediatamente en dificultad.
T.H. Huxley observa con mordacidad: “Las peores dificultades del hombre comienzan cuando es capaz de hacer como a él le gusta”. Pero si un hombre escucha los dictados de su alma y es capaz de hacer lo que su alma quiere que haga, entonces su vida se transformará en oportunidades doradas, y el mayor éxito llamará a la puerta de su corazón.
Hay un proverbio que dice: “el pulgar toma la responsabilidad; el índice la iniciativa.” De manera similar, la aspiración del hombre toma la iniciativa, pero es el Interés de Dios quien toma la responsabilidad.
Según algunas personas, la vida humana es tan sólo una cruel, absurda e irremediable palabra de siete letras: trabajo. Deseo decir que se equivocan. Les gusta el trabajo; lo que odian es la sensación de labor, la carga de la labor. Labor y favor riman perfectamente. Al fin y al cabo ¿de quién es el favor? El favor es de Dios. De hecho, aquel que trabaja para complacer a Dios es el hijo elegido de Dios, y sólo él es el favorito de Dios. Y al complacer a Dios, se realiza y se colma a sí mismo. Entonces le dice al mundo que la vida humana es una palabra de siete letras sumamente significativa: alegría.
La liberación habla. Nos dice que no somos los esclavos de la naturaleza. La liberación enseña. Nos enseña que cada latido de nuestro corazón ofrece una oportunidad única para alcanzar la liberación. La liberación canta dentro de nosotros: “Levanta, despierta. La tuya es la Meta ideal, la Meta de las metas.”
La liberación es la sabiduría práctica del hombre. La liberación no es un compromiso con el mundo. La liberación es el final de la competición del hombre con la tentación de la naturaleza. La liberación eleva la conciencia de la Tierra en los cielos del Más Allá.
¿Qué es más difícil: clamar por la liberación o, tras haber sido liberado, clamar por la iluminación y la transformación del mundo que ama la ignorancia y abraza la oscuridad? Sin duda, lo segundo.
Extraño es ciertamente el sino del pobre hombre liberado. Él piensa constantemente en aquellos que raramente piensan en él. Cuando él se pone ante el mundo, este actúa como un niño asustado o como un niño hostil. Un hombre liberado le dice al mundo que Dios no sólo es conocible, sino más que conocible. También le dice al mundo que es más fácil conocer a Dios que conocer al mundo, porque cuando quiere conocer al mundo, ha de conocerlo a través de Dios y desde Dios.
Sri Krishna es la Iluminación personificada. El Buda es la Liberación personificada. Cristo es la Salvación personificada. El mundo está ofreciendo su oscuridad a Sri Krishna. El mundo está ofreciendo su sufrimiento al Buda. El mundo está ofreciendo su pecado a Cristo. La conciencia caída del mundo está volando hacia el más alto Más Allá para ser tocada por Cristo, el Salvador. La conciencia rota del mundo está buceando en el más profundo Más Allá para ser abrazada por Buda, el Liberador. La conciencia fundida del mundo está marchando hacia el más remoto Más Allá para ser bendecida por Krishna, el Iluminador.