Kunti, la madre de Arjuna, solía rezarle al Señor Krishna para que la bendijera con la tristeza perpetua. Ella se dio cuenta de que si la tristeza desertaba y la abandonaba para siempre, seguramente por su parte no habría necesidad de invocar a Sri Krishna. Ella pensó que si tuviera satisfacción externa, prosperidad externa, no necesitaría a Krishna y lo olvidaría. Por eso ella rezó todo el tiempo por la tristeza, el sufrimiento y la tribulación, de manera que pudiera sentir la presencia todo compasiva de Krishna en su corazón.
Huelga decir que Arjuna, su hijo guerrero, no estaba de acuerdo con su filosofía. Él le dijo: “No tienes que sufrir a fin de sentir la presencia de Krishna. Él es todo amor, todo alegría. ¿Por qué imploras la tristeza?”
Kunti respondió: “Hijo mío, quédate con tu filosofía. Permanece con la alegría, la continua alegría. Realiza la Verdad a tu manera. Yo quiero volverme inseparablemente una con mi Krishna, la vida eterna del universo, a mi manera.”
Sin embargo al comienzo de la batalla de Kurukshetra, el sufrimiento de Kunti no conoció límites. Anteriormente ella había reconocido a Karna como su hijo ilegítimo. Ahora se acercó a él y le dijo que ella era su madre. Ella dijo: “Hijo mío, estás luchando contra otros de mis hijos. Quiero que tú y Arjuna, así como mis otros hijos, estéis juntos.”
Karna dijo: “Ahora es demasiado tarde. No puedo hacer eso. Tú tienes cinco hijos, y yo te digo que cuando la batalla haya terminado, todavía tendrás tus cinco hijos.”
“¿Cómo?” sollozó ella.
“O bien Arjuna me matará, o yo mataré a Arjuna. No tocaré al resto de los hermanos. Si me consideras tu hijo, después de la batalla te quedarán todavía cinco hijos.”
Karna sabía que su destino era pelear con Arjuna, y uno de ellos tenía que morir.