Dios es la única verdad,
aquí en la tierra y allí en el Cielo.
Para un aspirante, Dios es lo primero. Pero eso no quiere decir que va a rechazar o a renegar el mundo. ¡Ni mucho menos! Él ama a Dios y ama a la humanidad. Ama a Dios porque Dios es todo Amor. Ama a la humanidad porque Dios, el que es todo Amor, está dentro de ella.
Cuando apreciamos la belleza física de alguien, estamos apreciando la belleza externa, la cual es infinitamente inferior a la belleza interna. Pero si podemos apreciar primero la belleza interna, sentimos que la belleza externa puede apreciarse de una manera divina, como una manifestación de la belleza interna. Por eso, cuando apreciamos la belleza externa, tenemos que saber que dentro de ella está el Supremo, el que es todo Belleza. Apreciamos la creación externa porque dentro de ella está la creación interna, la cual es todo alegría, todo armonía, todo perfección.
Un ser humano corriente nunca puede atreverse a poseer verdadera esperanza, verdadero amor, verdadera inspiración, verdadera aspiración porque, según él, Dios está en el Cielo o en algún otro lugar. No siente la presencia de Dios dentro de él, o ante él, o a su alrededor. Pero un aspirante espiritual que está clamando por Dios, que está vertiendo sinceras lágrimas sin cesar, intentando devenir uno con Dios, siente que Dios está en los más íntimos rincones de su corazón. No tiene que irse a las cuevas del Himalaya para realizar a Dios. Su Dios vive en su interior. Y él siente que, puesto que Dios está dentro de él, la creación de Dios también está dentro de él. Una persona espiritual siente siempre que la creación entera de Dios es su hogar.
Toda la creación de Dios está siendo constantemente creada y revelada con nueva inspiración y con nueva aspiración dentro del aspirante. Quien ha aceptado la espiritualidad en el verdadero sentido del término ha de sentir primero que Dios es la única realidad. Entonces verá que la creación de Dios nunca puede ser separada de Dios.
Las cosas que necesitamos nos serán dadas por el Supremo, sin duda. Sólo tenemos que saber que hay cosas que realmente necesitamos y hay cosas que tan sólo pedimos o queremos. Las cosas que realmente necesitamos, que el alma necesita o que el corazón necesita, nos serán concedidas siempre. Estas necesidades reales no vienen de nosotros; vienen de la Fuente en nosotros como una inspiración. Cuando esta inspiración intenta manifestarse, se convierte en nuestra creación, nuestra realización, nuestro logro. Pero la necesidad misma nos viene desde la Fuente en forma de inspiración. Tus necesidades internas serán sin duda satisfechas. Pero las cosas que quieres, si te fuesen todas concedidas, te causarían grandes dificultades. Satisfaciendo nuestras demandas vitales, o deseos, tan sólo estamos aumentando nuestras dificultades. Trayendo a Dios a nuestra experiencia cotidiana, llegamos a descubrir que Dios piensa en nosotrosmás, infinitamente más, que nosotros mismos. A veces creemos que nosotros pensamos más en Dios que Él en nosotros, pero eso es absurdo. A veces, creemos que pensamos en nosotros mismos más que Dios. Eso también es absurdo. Decimos : “Dios ha creado toda la creación. Él tiene que pensar en infinitos seres y yo tan sólo soy una partícula diminuta. ¿Cómo puede Él pensar en mí, o por qué habría de hacerlo?” Pero, en este caso, Dios tiene la capacidad de crear infinitos seres, y también tiene la capacidad de pensar en cada uno de ellos a Su inimitable Manera. Hemos de darnos cuenta de que Él piensa en nosotros infinitamente más que nosotros mismos. Al fin y al cabo somos Sus instrumentos; Dios no es nuestro instrumento. Nosotros sí somos instrumentos Suyos, por lo tanto, Él tiene naturalmente que pensar en nosotros y cuidar de nosotros si quiere perfeccionarnos.
Es un deplorable error considerar a Dios como una figura únicamente masculina. El Supremo Eterno es todo. Dios no está atado por nuestras ideas de masculino y femenino. Él lo trasciende todo. Trasciende todos nuestros conceptos humanos. Por eso es Dios. Si sentimos que Dios es masculino y no femenino, hemos de saber que nuestra mente nos está convenciendo para creer esa idea. Dios es masculino y femenino, y también está más allá de lo masculino y lo femenino. El aspecto de Dios Padre muestra la Sabiduría; el aspecto de Dios Madre muestra la Compasión. Pero Dios la Madre y Dios el Padre son lo mismo. En este momento Dios es el Padre y al momento siguiente Dios es la Madre. En este momento, cuando muestra Su Compasión, Le llamamos Madre. Luego, cuando muestra Su Altura-Sabiduría, Le llamamos Padre. Además, la Sabiduría en sí misma es Compasión, y la Compasión en sí misma es Sabiduría. Las dos van juntas. En Occidente se usa especialmente el término ‘Padre’. “Padre nuestro que estás en los Cielos...”, o “Yo y mi Padre somos Uno”. En India, no tenemos ese tipo de concepción. El Brahman no es masculino ni femenino; es neutro.
Dios puede ser visto como una infinita expansión de Energía, Luz y Deleite. Este es el aspecto impersonal. Y también, Dios puede ser visto bajo la forma del más luminoso Ser.