Si meditamos en una cualidad divina específica como la paz, la luz o la dicha, o si meditamos de una manera abstracta en la Infinitud, la Eternidad o la Inmortalidad, sentiremos todo el tiempo un tren expreso avanzando dentro de nosotros. Estamos meditando en la paz, la luz o la dicha mientras el tren expreso está constantemente moviéndose. Nuestra mente está calmada y callada en la inmensidad de la Infinitud, pero hay un movimiento; un tren está avanzando sin cesar hacia el objetivo. Estamos avistando un objetivo, y la meditación nos está llevando allí.
En la contemplación no es así. En la contemplación sentimos el universo entero y la más lejana Meta profundamente dentro de nosotros. Cuando estamos contemplando sentimos que estamos conteniendo dentro de nosotros el universo entero, con su luz, su paz, su dicha y su verdad. No hay ningún pensamiento, ninguna forma, ninguna idea.
En la contemplación todo esta fundido en una corriente de conciencia. En la contemplación más elevada sentimos que no somos otra cosa que la conciencia misma; somos uno con lo Absoluto. Pero en la meditación más elevada hay un movimiento dinámico produciéndose en nuestra conciencia. Somos plenamente conscientes de lo que está pasando en el mundo interno y externo, pero no nos afecta. En la contemplación tampoco somos afectados por lo que está pasando en los mundos internos y externos, pero nuestra existencia entera ha devenido parte integral del universo, el cual estamos conteniendo en lo profundo de nosotros.