Por medio de la concentración nos enfocamos en un punto. Por medio de la meditación expandimos nuestra conciencia en la Inmensidad y entramos en su conciencia. Pero en la contemplación nos volvemos la Inmensidad misma y su conciencia se vuelve nuestra.
En la contemplación estamos en nuestra más profunda concentración y en nuestra más alta meditación al mismo tiempo. En la contemplación crecemos y devenimos totalmente uno con la verdad que hemos visto y sentido en la meditación.
Cuando estamos concentrándonos en Dios, tal vez sintamos a Dios justo en frente de nosotros o a nuestro lado. Cuando estamos meditando, estamos llamados a sentir la Infinitud, la Eternidad y la Inmortalidad dentro de nosotros. Pero cuando estamos contemplando, veremos que nosotros mismos somos Dios, nosotros mismos somos la Infinitud, la Eternidad y la Inmortalidad. La contemplación significa nuestra unicidad consciente con el Absoluto infinito, eterno.
En la contemplación, el Creador y la creación, el amante y el Amado, el conocedor y lo conocido se vuelven uno. En un momento nosotros somos el amante divino y Dios es el Amado Supremo. Al momento siguiente cambiamos los papeles. En la contemplación devenimos uno con el Creador y vemos el universo entero dentro de nosotros. En ese momento, cuando miramos a nuestra propia existencia, no vemos a un ser humano. Vemos algo así como una dínamo de luz, paz y dicha.
La concentración da el mensaje de la alerta.
La meditación da el mensaje de la inmensidad.
La contemplación da el mensaje de la unicidad inseparable.